Hoy vamos a hablar sobre puntos de vista. Bueno, sobre un punto de vista en particular: el de Layla Martínez, su mirada del mundo. Para esto, quiero que recorramos a partir de su novela, la entrevista que les envié la semana pasada y su ensayo Utopía no es una isla, la forma que ella tiene de ver la potencia de los sentimientos y, sobre todo, la importancia del optimismo a la hora de pensar el futuro.
Empecemos.
“Que por lo menos en la ficción se puedan vengar”
Carcoma, entonces, está basada en la historia familiar y del pueblo del cual viene Layla Martínez. En la novela, toma la decisión de mantener los apellidos originales de las familias ricas, opresores naturales de los más pobres, fácilmente googleables. Ahora nosotrxs, no importa de dónde seamos oriundxs, sabemos quiénes son.
Nos cuenta en la entrevista:
“Es un libro que escribí con mucha rabia, y eso se nota. Los personajes están muy enfadados, ellas dos tienen mucho rencor dentro, mucho resentimiento. Y yo lo escribí un poco también así, como desde ese resentimiento. De la historia de mi familia, de la historia política de mi pueblo.”
Layla nombra entonces a Mark Fisher, el filósofo británico, quien se suicidó en el 2017, no sin antes dejar unos cuantos textos donde analiza lo que ha dado por llamar realismo capitalista, y al neoliberalismo como movimiento que cambió la forma en que nos relacionamos y vemos el mundo. El texto que nombra Layla se llama ¡Viva el resentimiento!, y Fisher lo publicó originalmente en su blog k punk en marzo del 2007. Dice:
“El resentimiento es un afecto mucho más marxista que los celos o la envidia. La diferencia entre resentir la clase dominante y envidiarla, es que los celos implican un deseo por volverse la clase dominante, mientras que el resentimiento sugiere una furia hacia su posesión de recursos y privilegios. [...] El resentimiento al privilegio y a la injusticia es en muchos casos el primer paso hacia la confrontación de los sentimientos de inferioridad introyectados y dados por sentado”1
La primera novela de Layla va a convertir la rabia en venganza activa, una ficción basada en personajes reales que contagia furia y bronca. ¿Será esto lo que la empareja con la nueva literatura latinoamericana escrita por mujeres cis y trans? Pienso en Las malas de Camila Sosa Villada, o Cometierra de Dolores Reyes. Sacrificios humanos de Ampuero. O Distancia de rescate, de Samanta Schweblin: la historia de una madre y su hija, de la contaminación de los campos, de la gente arruinada por los químicos. Denuncias. Memoria activa.
Layla se ríe, pensando que ahora en Corea del Sur también saben qué clase de persona son los Jarabo.
Un catálogo de mundos mejores
A finales del 2020, terminando lo que fue el primer año de la pandemia de Covid (lo más parecido a lo que creímos el fin del mundo como lo conocíamos hasta entonces) Layla Martínez publicaba su ensayo Utopía no es una isla2. Lamentablemente no llegó todavía a la Argentina, pero quisiera intentar acercarles algo de ese “sitio luminoso” que, entre la grabación de la entrevista y su publicación, tuve la suerte de leer.
Dice en la introducción:
“Las distopías reflejan nuestras ansiedades colectivas en el marco cultural de la posmodernidad. A diferencia de lo que sucedía en la modernidad, ya no creemos que el futuro esté ligado al progreso y vaya a ser necesariamente mejor”
Los productos culturales que consumimos hace rato no parecen soñar con un mundo mejor. Ponen el ojo en los humanos como el enemigo número uno del planeta, y no saben ver una realidad más allá del patriarcado y del capitalismo agresivo. Querían ser una advertencia y se convirtieron en una profecía.
“Si solo imaginamos un futuro peor, el presente nos parecerá admisible y no lucharemos para cambiar las cosas. La ansiedad colectiva se ha convertido en parálisis, en inmovilismo”
¿De qué sirve cambiar mis consumos, si la mayor parte de la contaminación sale de otro lado? ¿Por qué militar por una causa feminista, si ante medio logro nos van a acusar de ser las culpables de un reflote global de la derecha más rancia? ¿Por qué seguir hablando de igualdad, de la importancia de la educación pública, si los que se dicen de tu lado no tienen problema en gritar “para qué quieren tantas universidades”?
“Este libro recoge algunas de las utopías que han marcado la historia política de los últimos siglos y analiza las posibilidades de reconstruir el horizonte utópico en el presente. [...] Su definición merecería una discusión colectiva profunda, pero en este ensayo he optado por entender la utopía como un horizonte de sociedad mejor hacia el que caminar”.
Durante ocho capítulos (Parte I: El hilo rojo de la utopía) Layla nos va a llevar como por una novela a través de distintas utopías, tanto ficcionales como materiales. Por supuesto, ninguna termina bien. Pero es importante conocerlas, entenderlas, analizarlas. ¿Qué sueños tuvo toda esta gente?¿Cómo sobrevivieron a la frustración de verlos hechos pedazos?¿Con qué quedarnos de todo eso?
En la Parte II: Desenredar la trama, nos va a llevar a pensar la realidad que habitamos y va a mostrarnos las posibilidades del horizonte utópico. Para esto hablará mucho de Mark Fisher, nuevamente, pero esta vez del libro Realismo capitalista3. Gracias a Caja Negra, ese si pueden conseguirlo en Argentina.
En dicho libro, Fisher va a definir al realismo capitalista como “la idea muy difundida de que el capitalismo no solo es el único sistema económico viable, sino que es imposible incluso imaginarle una alternativa”. El neoliberalismo nos colonizó el cerebro y las emociones, no hay manera de combatirlo. Sabemos que no funciona, lo vemos todos los días. Pero crecimos en este sistema expulsivo y para pocos, donde es más fácil ser cínico e individualista. Está bien enojarse y criticarlo, pero no hay alternativas.
Llegamos al final de Utopía. Y, efectivamente, es un sitio luminoso:
”El neoliberalismo, sin embargo, todavía no se ha encontrado con un contrapoder capaz de hacerle frente con la contundencia y el alcance que tuvo el marxismo frente al capitalismo. La posmodernidad ha parido ya a la ideología hegemónica, pero todavía no a la contrahegemónica. Quizá esa sea la tarea de nuestro tiempo. Quizá la labor que nos toca es construir un contrapoder capaz de hacer frente al neoliberalismo, capaz de arrebatarle su lugar hegemónico. No será fácil, nunca lo es. Necesitamos construir a la vez en dos niveles: el de las necesidades inmediatas y el horizonte al que queremos caminar. Las dos cosas están en la misma dirección, pero exigen esfuerzos distintos: uno centrado en garantizar una vida mejor para todos ahora mismo, otro en imaginar la sociedad futura. No es fácil, pero tenemos muchas cosas a nuestro favor: una tradición de lucha que recorre toda la Modernidad y de la que sacaremos las mejores enseñanzas, y la certeza de que los desafíos al neoliberalismo ya han comenzado”.
Lo prometido es deuda, así que acá va la lista de nombres y títulos que Layla nos dio en la entrevista:
Samanta Schweblin, Mónica Ojeda, María Fernanda Ampuero — referencias literarias del terror y el weird latinoamericanos que la inspiran. También nombró Señales que precederán al fin del mundo de Yuri Herrera.
La casa de Bernarda Alba de García Lorca y Los santos inocentes de Miguel Delibes, para ejemplificar algo de la literatura española que toca el tema del clasismo y una forma sutil del terror.
La película Vuelven de Issa López, como detonante para pensar la forma de hablar de las mujeres de su familia sin revictimizarlas.
Nombró a Allan Moore, para hablar de la escritura como magia y venganza.
Ya terminamos. Espero que se haya entendido algo de lo que quiero transmitirles. Y ojalá pronto nos sorprendan más libros de Layla en las vidrieras argentinas.
Les mando un abrazo enorme, y les deseo que terminen bien el mes. La semana que viene sale el anuncio del episodio cuatro por mi Instagram, @morenamarch. Pueden escribirme ahí si tienen ganas de hablar de esto, o de libros en general. Gracias por llegar hasta acá.
More
Fisher, Mark (2018). ¡Viva el resentimiento! en Los fantasmas de mi vida. Buenos Aires: Caja Negra, p. 274-277.
Martínez, Layla (2020). Utopía no es una isla. Madrid: Episkaia.
Fisher, Mark (2021). Realismo capitalista. Buenos Aires: Caja Negra.